viernes, 26 de abril de 2013

Levantante tu vives en la tinieblas y que la luz de Cristo te ilumine

Un cristiano es un hombre que pasa del pecado a la gracia con una facilidad insospechada, en primer lugar por si mismo. Tenemos una vocación, una llamada a ser santos hasta la estatura de Jesús, que tranluce la santidad de Dios. Por eso Jesús nos anima a la perfección. Lo cual no tiene que ver con ser omnisciente, omnipotente, omnipresente sino omnisamante, que no creo que exista, y eso porque Dios nos ha creado en su Hijo, que ha engendrado con su naturaleza, no en el tiempo sino en su intencion de donarse a si mismo. Esta etapa se acaba. Como un curso escolar. Despues pasaremos a otro, pero despues de las vacaciones, eso no nos preocupa, ya sera otra historia. Nuestro curso es esta vida, nuestras vacaciones son el Cielo a donde vamos a ir en la comunion con Cristo. Para participar de su ministerio de amor, de si intercesion por todas las criaturas. Libres de la esclavitud del pecado que nos habia encerrado en un circulo de muerte que nos impedía pasar al otro, amar a Dios y al hermano. Ser con los hermanos unidos con Jesus como cabeza de ese cuerpo mistico, un Hijo que recibe el amor del Padre y se lo devuelve a la manera de Dios, con todo el ser. No vale la pena pecar. Primero porque ya sabemos muy bien en que consiste el fugaz y falso placer que se torna en amargura antes de lo que creemos. Luego porque hay mucho mas gozo y felicidad en vivir en la voluntad de Dios. Y porque lo que vivimos en esta voluntad ya salta a la vida que nos espera en Cristo. Ya participamos en la fe, pero en la realidad, sensible a veces y otras no, de la vida del Hijo de Dios, del que su Pan es Cristo y su vida esta penetrada por la docilidad al Espiritu para gloria del Padre. Pero caemos, caeremos casi seguro. Eso si, nos levantaremos, creeremos en el amor de Dios y no nos dejaremos vencer por el que quiere nuestra muerte. El misterio del Malo es ciertamente incomprensible, pero de una cosa si estoy seguro, Dios lo usa para nuestro bien, para probar nuestra sinceridad en el amor. Animo, Dios ha vencido en Cristo nuestro pecado.

miércoles, 24 de abril de 2013

Cristo vendra y nos llevará con El.

De los tres tiempos de la cronologia cristiana, el primero, como agua pasada que es, lo podemos maquillar, disfrazar, interpretar en base a una concepcion cientificia, y asi el Big bang parece que esta sin ninguna contradición con el relato bíblico de los siete dias terrestres. Y la verdad es que la diferencia es algo abultada, pero se da el mensaje de que la Creación bíblica está de alguna manera confirmada por la ciencia. El tiempo de la Encarnación entra en un acontecimiento histórico. Hacer de Jesús de Nazaret la plenitud de los tiempos tiene la desventaja de volver a hacer a la Tierra el centro de la Creación. Asi podemos evitar dar importancia al resto de las realidades posibles, incluyendo otros planetas, estrellas, galaxias, universos, bigbanes, etc, y por mas que estos nos superen nuestra vision precientifica en la que se apoya la afirmación bíblica, seguir empeñados en creer lo evidente de la revelación y la visión de nuestra fe. Y es que al final lo que prevalece es la revelación de Dios, que no es otra que Jesucristo. Y todo los marcos culturales, no son sino el sacramento visible del acontecimiento divino. Así la segunda venida, que al ser en clave de futuro requere esa fe inapenable que no le damos al acontecimiento de la creación, la podemos entender de la misma manera que esa creación de la que sabemos una cosa cierta, que estamos aqui porque, no en el bigbang, sino en este momento Dios nos esta creando, nos esta amando. Y al final, sea que Jesús viene en persona, de los cielos, solo beneficiaria e implicaria a unos millones que humanos de la Tierra de esa epoca, y la actitud de vigilancia que hace que todos los cristianos de todas las epocas, incluyendo a los ya muertos, les beneficia por igual, porque la muerte si que es segura y todos seremos probados de nuestra respuesta a la gracia en ese momento, y eso si es importante, no asi el establecer dogmas increibles como si poner nuestra fe en prueba hacia lo imposible o improbable fuera un valor añadido a la fe en el amor que nos tiene el Supremo amante.